Camino, cada vez estoy más cerca. Ya no controlo mis piernas, ellas son las que me llevan. La noche es oscura a pesar de que la luna brilla más bonita que nunca, pero no hay tiempo para contemplarla. Hace frío, tanto que lo noto en mi piel, puedo imaginar mi rostro pálido con mis mejillas rosadas y mis labios palpitantes por el frío, casi congelados. La capucha me protege del exterior, de esos arboles, del bosque que me rodea y me ha acompañado durante todo el viaje, dibujando sombras que me han hecho pensar, imaginar y tener miedo.
Ahora nada de eso importa, ya estoy llegando, sé que me esperan con mi sentencia de muerte sobre la mesa. Consigo ver una sombra frente a la verja del majestuoso castillo, aquel donde viví a escondidas toda mi historia, donde mi sonrisa reinaba todos los días, donde compartía todo lo que sentía con él, detrás de cada cortina, hay tantos recuerdos...
El viento me trae ese aroma que me es tan familiar, entonces sé que es él quien está esperándome.
Todos los muros que he estado construyendo durante todo este tiempo se derrumban, no puedo resistirme, siento que mi corazón no para de latir, necesito correr hacia él y abrazarle, pero sé que eso nunca más pasará, lo único que me quedará es recordarlo y lamentarme por haberlo perdido.
Al fin llego a donde está, entonces descubro mi rostro de la capucha, había elegido mi mejor vestido, ese que tanto le gustaba a él, con el que me llamaba su princesa.
Por un instante nuestras miradas se cruzan como tantas veces anteriormente, tengo un nudo, no soy capaz de pronunciar ninguna palabra.
-Quizás ha llegado la hora de dejar las cosas claras, de ponerle fin al pasado y que todo sea eso, pasado...
Se atreve a romper el silencio diciendo esas palabras que tanto temía oír. Ponerle fin a todo, mis necesidades, mis sueños y con ellos mis ganas de continuar viviendo...
Una lágrima rueda por mi mejilla al oír su voz, esa que la última vez que la escuche pronunció un te quiero y ahora un adiós.
Ahora nada de eso importa, ya estoy llegando, sé que me esperan con mi sentencia de muerte sobre la mesa. Consigo ver una sombra frente a la verja del majestuoso castillo, aquel donde viví a escondidas toda mi historia, donde mi sonrisa reinaba todos los días, donde compartía todo lo que sentía con él, detrás de cada cortina, hay tantos recuerdos...
El viento me trae ese aroma que me es tan familiar, entonces sé que es él quien está esperándome.
Todos los muros que he estado construyendo durante todo este tiempo se derrumban, no puedo resistirme, siento que mi corazón no para de latir, necesito correr hacia él y abrazarle, pero sé que eso nunca más pasará, lo único que me quedará es recordarlo y lamentarme por haberlo perdido.
Al fin llego a donde está, entonces descubro mi rostro de la capucha, había elegido mi mejor vestido, ese que tanto le gustaba a él, con el que me llamaba su princesa.
Por un instante nuestras miradas se cruzan como tantas veces anteriormente, tengo un nudo, no soy capaz de pronunciar ninguna palabra.
-Quizás ha llegado la hora de dejar las cosas claras, de ponerle fin al pasado y que todo sea eso, pasado...
Se atreve a romper el silencio diciendo esas palabras que tanto temía oír. Ponerle fin a todo, mis necesidades, mis sueños y con ellos mis ganas de continuar viviendo...
Una lágrima rueda por mi mejilla al oír su voz, esa que la última vez que la escuche pronunció un te quiero y ahora un adiós.
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