Grito Vacío
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miércoles, 31 de mayo de 2017

Otro relato corto (17)

                Cuando el niño despertó, miró a su alrededor. El sacerdote estaba delante de él, dormido. La poca luz, le permitió distinguir la bolsa de Shiin. Sentía como si algo de ahí dentro le llamase. Hurgó dentro de ella, sostuvo el libro con las manos. También había una piedra pequeña negra. Ya la había visto alguna que otra vez en los viajes con Shiin. Guardó la piedra en uno de sus bolsillos y cogió el libro. Luego con cuidado, se escabulló buscando algún lugar con algo más de luz. No era la primera vez, aún recordaba la noche en que Shiin lo descubrió.

            Cuando caminó un buen trecho, encontró una pequeña planicie. La luz era suficiente luz. Se sentó y en la calma de la noche, abrió el libro. Todas las páginas en blanco. Lo dejó sobre sus rodillas abierto. Pasaba una y otra vez las hojas, expectante. Sentía la necesidad de encontrar algo.

            Cuando se cansó, sacó la piedra negra de su bolsillo. Aunque fuese muy tenue, sentía como aquel mineral desprendía calor. La dejó en la palma de su mano abierta. La luz no reflejaba, aunque estaba pulida. Tenía forma ovalada y pesaba un poco a pesar de su tamaño.

            Un murmullo se escuchaba por donde había venido. El hombre con armadura salió de la espera. Era el mismo de esa mañana. El que había golpeado al sacerdote.

            -Chico, dame eso que tienes ahí. No es necesario tener que matar a un crío.

            Algo en su voz no le gustaba. Aquellos hombres que tenía detrás, empuñaban una espada. Y de pronto todo pasó muy rápido. Detrás del hombre de armadura, una gran bola de fuego se expandía hasta que estalló. Por un breve instante miró el libro y pensó en que no volvería a ver a Shiin. La explosión le empujó igual que a los guardias, el hombre de la armadura, intentaba resistir sujetándose a un árbol y gritando:

            - ¡Niño, dame eso! – se abalanzó aprovechando el viento-.

            - No.

            Y todo se volvió negro.

            - ¿Qué demonios haces aquí? -dijo la voz de Shiin-.

martes, 23 de mayo de 2017

Divagar por divagar

               Estoy sentado en el parque y miro a la gente pasar. Los niños precipitándose al futuro y los ancianos cargados con el pasado a sus espaldas. Adultos con traje pasan corriendo de un lado para otro. La brisa levanta con timidez el polvo del suelo y me hace estornudar. Conecto mis auriculares al mundo y me pongo a escuchar.

               Mi corazón solo escucha una pequeña pieza de la gran orquesta que toca. ¿Es que nadie escucha? Gritos que provienen del mismo centro de la tierra ahogados, a la vez canta una canción de cuna para que los muertos no despierten. Nos acuna mientras nosotros desgarramos su piel y envenenamos su sangre.

               Ella es paciente, pero está triste. Observa como nosotros nacemos, crecemos y nos ahogamos en nuestras propias tretas. Todo para volver a ella y a su seno. Ella no llora por sí misma, sino por nosotros y nuestras cargas. Nos canta para prevenirnos, ella nos ama. Y aunque ruja y nos castigue, nos da cobijo y un lugar que llamar hogar.

               No nos engendraron para odiarnos, no nos dieron calor para destruir. Pero tampoco nos dieron valor para enfrentarnos a la duda. La duda engendra miedo y el miedo escupe odio. Y así crecimos, entre miedos a lo desconocido. Odiando al resto e imponiéndonos al diferente, pusimos fronteras y falsos dioses. Todo ello por miedo, todo ello porque no nos dieron valor.

               Pero el valor no se da, el valor se gana y se aprende. Si podemos abrir los ojos y podemos sentir, también tenemos fuerza. Una fuerza que sin control es destructiva. Una gran imaginación irresponsable, que desbocada nos engullirá de nuevo en las sombras. En las sombras donde ella es más fuerte, unas tinieblas donde de verdad nacen los monstruos. Allí en lo profundo reina el miedo.

               Movemos montañas, llegamos a la luna y aun nos cuesta perdonar y amar. Nos creemos grandes y somos insignificantes.


               Desconecto mis cascos, los enchufo al móvil y apago mi cabeza. Ahora solo queda volver a la rutina y al ganado.

lunes, 22 de mayo de 2017

Otro relato corto (16)

          Cinco, quizás ocho. Irandi no lo sabía con certeza. Estaba demasiado cansado. Lo que sí sabía, era que el señuelo no había servido de mucho. Aquello iba ser peligroso. Sin abrir los ojos y mediante impulsos de maná, rastreó cuán lejos quedaba el chico. El niño no estaba. ¿Lo habrían raptado o estaba con ellos? Maldición, tampoco sentía la tinta mágica de Shiin ni su cuaderno. Estaba solo, engañado por un crío.

            - ¡AHORA! ¡POR VILLA VIGÍA!

            No tenía fuerzas para nada, la poca magia que le quedaba la había usado para curar al chico. No debía desfallecer o aquello podría ser el final. Cuando abrió los ojos, vio a un soldado que le propinó una fuerte patada dejándolo inconsciente.

            -Señor, hemos revisado sus pertenencias. Solo tenía un reloj y un par de utensilios más. Entre ellos una piedra, unos cuchillos y unas probetas repletas de poción.

            -Soldado Lucas, inspeccione al sujeto y quítele cualquier cosa que pueda llevar encima. Este tipo podría llevar algo oculto.

            -Sí, mi señor.

            -Sacerdote, venga conmigo.

            Cuando Irandi recuperó la consciencia, se encontraba desnudo y esposado de manos y pies. Enfrente, estaba el hombre con armadura brillante. A su lado, había un sacerdote escuálido. Lo miraba con asco, murmurando rezos.

            - ¿Qué son esos parches que tiene sobre la piel? -preguntó el hombre con armadura.

            -No lo sé mi señor. Detecto un pequeño flujo de magia. Seguramente se trate de algún arte herética para poder conseguir más poder.

            -No… -intentó decir Irandi.

            El soldado de la armadura, le golpeó una patada.

            -Lucas, ¿Por qué no le has quitado los parches? -gritó- No queremos que pueda 
recuperar suficiente poder para que se escape.

            Un soldado más mayor inclinó su cabeza.

            -No hemos podido, no me da buena espina.

            - Da igual, tráigame dos hombres. Y tú, sacerdote, quiero que me ayudes a buscar al chico. Aquí había dos personas y solo veo una. No debe andar muy lejos.

            - ¡Sí! -respondieron los dos a la vez.

            El soldado de la armadura iba con sus hombres en busca del chico, Irandi lo pudo ver como la oscuridad lo engullía entre los árboles. Tenía la vista nublada y la boca llena de sangre, le costaba pensar. Bajo cualquier pretexto, no deberían quitarle aquellos parches. Debía impedirlo.

            -Vamos, sacerdote, quítele esos parches. El señor Hefesto lo ha ordenado -dijo el soldado Lucas.

            -No… -Irandi intentó balancearse hasta caer.


            Los soldados lo sujetaron. El sacerdote lo miraba, empezó con la oración. Con un alfiler se pichó el dedo. Dejó caer la gota de sangre sobre el parche y cuando lo quitó…

jueves, 18 de mayo de 2017

Otro relato corto (15)

            -Cuando de la señal, quiero que todos los hombres ataquen.

            Hefesto estaba sentado detrás de unos arbustos. El sacerdote Axel se había puesto con las sacerdotisas, pero no hubo suerte. Estaba furioso, le temblaban las manos. Contaban con dos sacerdotes en cada grupo. Él comandaba el primer grupo, formado por diez hombres y dos jóvenes sacerdotes. Antes de entrar en el bosque se detuvo a observarlos, estaban muy excitados. Les soltó una reprimenda con tal de que se concentrasen. Esto no era un juego. No podían permitirse ningún error.

            Axel y Hefesto, habían comprobado en el papiro que había dos señales. Uno que se dirigía hacia el este y otro que estaba dando vueltas alrededor de los muros. Hefesto decidió ir a por esta segunda señal. Era la más probable. No era un experto en magia, pero crear un señuelo requería de mucha. El sacerdote Axel aceptó de mala gana marchar hacia el este.

        - ¡Señor! Hemos encontrado a unos cuatrocientos metros una hoguera y dos personas. Los sacerdotes han confirmado que uno de ellos es usuario de magia. Coincide con el documento del sacerdote Axel. Ya hemos reforzado a los hombres y están listos cuando usted lo ordene.

            -Muy bien, Lucas. Si las cosas se complican, quiero que elijas a tres hombres y te acompañen a la capital -sacó de dentro de la armadura una carta sellada-. Quiero que le des esto al Maestro Lucius, no quiero que nadie más lo sepa. ¿Entendido?

            - ¡Sí! Mi señor.

            - Mira el cielo, ¿no te recuerda a la noche del incidente?

            - Perdone, no recuerdo.

            - Lucas, por favor. Ahora te estoy hablando como un amigo -lo miró a los ojos, Lucas se relajó-, tú también perdiste seres queridos.

            - Señor Hefesto, en aquel entonces no era usted quién nos dirigía. No se culpe más por lo de la aldea Vigía. Usted insistió al teniente Sebastián, fue culpa suya. Y hoy, cobraremos venganza.

            En otros tiempos, ellos eran compañeros de literas en la academia. Lo único que les diferenció, fue su habilidad en el uso de armas mágicas. Si las cosas hubiesen sido distintas, tal vez aquel soldado estaría en su lugar.

            -Hefesto, sé que tú también perdiste allí alguien. No pierdas la calma. Has luchado hasta hoy y has sobrevivido. Como amigo te digo, no hagas ninguna tontería.

            -Gracias. Vamos.


            Hefesto se levantó, miró a Lucas a los ojos y vio lo que necesitaba. Guardó el colgante que le salía de la armadura y se lo puso en el pecho. Desenvainó la espada, vio como la luz reflejaba en la hoja. Sintió el peso de la armadura, la longitud de su espada y empezó andar. Aquella era una noche muy especial, una en la que los lobos salían a cazar.

sábado, 13 de mayo de 2017

Otro relato corto (14)

            Ya había empezado a anochecer cuando Irandi y el chico habían encontrado una casucha a media hora de las murallas. El chico había recogido unas plantas y habían atrapado una pequeña liebre. Mientras el niño preparaba una pequeña hoguera, Irandi lo observaba muy detenidamente. ¿Por qué Shiin había decido llevarse a ese niño?

            Shiin no era el tipo de persona que le guste relacionarse con la gente, menos con niños.

            -Niño, acércate -dijo el sacerdote moviendo la mano, solo podía intentar una cosa-.

            El chico se acercó y lo miró a los ojos. El sacerdote sentía que algo no iba precisamente bien. Decidió ignorarlo. Lo inspeccionó con las manos, el chico estaba muy delgado. Aun a pesar de eso, el chico no era un enclenque. El chico parecía estar sano.

            Lo que más le inquietaba, eran aquellos ojos oscuros del chico. Necesitaba descansar, pero aquello le molestaba. Le agarró las manos y empezó a emitir pequeños impulsos de magia.

            -Estate tranquilo, puede que duela, pero no tardaré mucho.

            Existen dos tipos de personas, los que pueden canalizar la magia y los que no. Dentro de aquellos que podían canalizarla, existía gente que no podía usarla. Esta gente si no era tratada, podía morir por envenenamiento de magia. Según sus conocimientos, estas personas desarrollaban ciertos problemas. Algunos quedaban ciegos, otros no hablaban…

            A medida que profundizaba en el cuerpo del muchacho, más curiosidad sentía. El chico tenía compatibilidad con la magia. Los impulsos mandados no se atenuaban. Era increíble con qué facilidad se transmitían. Pero todo se estaba volviendo oscuro, Irandi se estaba aproximando al alma del chico. Cuando intentó sondearla, algo le bloqueó como un gran muro, rebotó y fue expulsado con violencia.


            Aquello había sido muy extraño. No era natural. Si Shiin había visto esto… Cuando se incorporó, vio al chico en el suelo. Tenía convulsiones. Rápidamente se acercó a la bolsa de Shiin y sacó el tintero. Usó una gota y la mezcló con agua para disminuir la dosis. Le dio de beber como pudo. Lo abrazó con fuerza hasta que se calmó. Lo acostó al lado del fuego y se sentó a su lado. Algo dentro del chico estaba consumiendo su magia. Algo o… alguien. 

lunes, 8 de mayo de 2017

Otro relato corto (13)

         -Mi nombre es Irandi, soy amigo de Shiin -dijo poniéndose la mano en el pecho el sacerdote-. No me queda nada de poder y así no podemos salvar a Shiin. Seguramente esté encerrado en una de las celdas subterráneas de la Iglesia.

            Aquello era demasiado complicado, pensó Irandi. Aquel hombre de la armadura, no tenía pinta de estar por casualidad. Shiin ya era buscado cuando se conocieron, eso significaba que la Iglesia de verdad lo quería muerto. Ellos no escatiman a la hora de mantener encerrado a alguien. Él lo sabía muy bien, había ayudado en diseñar esas celdas. La única opción era esperar a que lo ejecutasen. Con un poco de suerte, tendrían aún dos días. El primer día le absorberán su magia, para evitar que se fugue. En la mañana del segundo día, le preguntarían si desea confesarse y al anochecer sería decapitado.

            Sería durante el segundo día que intentarían algo. Él estaba aún débil y no sabía el alcance del aprendizaje del niño. Las cosas estaban muy negras. Ahora solo necesitaban buscar refugio.


            -Hefesto, según mis lecturas, el tipo que te golpeó se ha dividido. Seguramente sea un señuelo.

            -Evidente. Las presas suelen dejar rastros falsos cuando están débiles. Con muy poca suerte, el depredador si es joven e impulsivo… Lo más seguro que siga el más evidente.

            Hefesto estaba detrás del sacerdote Axel. En frente, tenían un papiro donde una falange de su armadura vibraba y daba vueltas.

            -Toma, otro trozo de mi guantelete. Este también tenía unas pocas gotas. Dividiré a mi guardia en dos grupos. Contaré en que usted nos proveerá algo de apoyo. Este tipo es muy peligroso.

            - ¿Tanto? Sé que es un hereje, pero lo he visto alguna que otra vez cuando era novicio. Solo era capaz de sanar animales pequeños y reforzar algunas armas.

            -Ese tipo arrasó la aldea Vigía. No se encontraron más que tierra quemada. Ni los huesos de sus víctimas, ni sus huellas quedaron. Pensamos que se inmoló como acto desesperado de sus experimentos. Pero cuando lo vi esta mañana… Supe enseguida que era él. Algo más joven, pero era él.

            -La aldea Vigía… recuerdo aquello. Llegaron noticias de una gran explosión. No sabía que hubiese sido él. Entiendo, entonces es grave. Enviaré una petición a la Iglesia de la Madre. Ellas pueden proveeros de mayor apoyo que los inútiles que hay por aquí. Diga lo que diga el obispo Augusto, ellas tienen mayor poder que nosotros aquí.


            -Hola Shiin…

            La pared de piedra mellada se había abierto. Una monja estaba allí parada frente a él. La luz exterior, aunque era tenue, hacía que los ojos le ardiesen. No podía vislumbrar su rostro.


            -Solo vengo a decirte dos cosas. No hace falta que te diga quién soy. Vengo a decirte dos cosas. La primera, cierta persona peligrosa y amigo tuyo está buscándote. Va acompañado de un niño… Que desgracia de chico… La segunda es, van a adelantar tu ejecución. Eres un apóstata, tú no mereces ningún perdón. Adiós monstruo.

sábado, 6 de mayo de 2017

Salut!

               No voy a ser sumiso ni de mí mismo. Esta vez dejaré crecer mis alas. Y aunque me salgan cuernos y mis ojos se vuelvan de cabra, volaré más alto que nadie. Escupiré llamas que evaporarán los océanos. Dejaré que mis alas y los vientos me lleven a donde me espere mi destino.

               Me permitiré amar y odiar. Todo a la vez, pero despacio. Poco a poco y que sea de verdad. Sin pensar voy a dejar de ser yo mismo para abrirme paso a nuevos rincones de mi cabeza. Y aunque todo se vuelva humo mientras se amontona la arena del reloj, este sentimiento es real.

               Lo primero que haré, será ir solo a algún lugar abierto. Que me dé el viento en la cara, el sol en mi piel. Que haya nubes y no se escuche nada. Y soltaré un grito de mis entrañas. Sin miedo y sin que nadie me escuche. Sin temor ni vergüenza. Que brote y se expanda. Aunque me quede sin voz, aunque me muerda la lengua. Todo lo que salga será pura y llanamente mi esencia. Quedarme hueco por y para dejarme llevar por mis peculiares huellas que dejé para no perderme.

               Pienso que ya tengo un objetivo; un medio y un lugar. Romperé la imagen mental de mi alrededor para volverlo video. Con sus voces, sus ruidos y el gilipollas que enseña el dedo corazón al cámara.


                Y para a quien no le guste: jeje Saludos! ¿Pa’ k tu kiereh saber esoh? Subnormal.
 

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