Grito Vacío
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lunes, 22 de mayo de 2017

Otro relato corto (16)

          Cinco, quizás ocho. Irandi no lo sabía con certeza. Estaba demasiado cansado. Lo que sí sabía, era que el señuelo no había servido de mucho. Aquello iba ser peligroso. Sin abrir los ojos y mediante impulsos de maná, rastreó cuán lejos quedaba el chico. El niño no estaba. ¿Lo habrían raptado o estaba con ellos? Maldición, tampoco sentía la tinta mágica de Shiin ni su cuaderno. Estaba solo, engañado por un crío.

            - ¡AHORA! ¡POR VILLA VIGÍA!

            No tenía fuerzas para nada, la poca magia que le quedaba la había usado para curar al chico. No debía desfallecer o aquello podría ser el final. Cuando abrió los ojos, vio a un soldado que le propinó una fuerte patada dejándolo inconsciente.

            -Señor, hemos revisado sus pertenencias. Solo tenía un reloj y un par de utensilios más. Entre ellos una piedra, unos cuchillos y unas probetas repletas de poción.

            -Soldado Lucas, inspeccione al sujeto y quítele cualquier cosa que pueda llevar encima. Este tipo podría llevar algo oculto.

            -Sí, mi señor.

            -Sacerdote, venga conmigo.

            Cuando Irandi recuperó la consciencia, se encontraba desnudo y esposado de manos y pies. Enfrente, estaba el hombre con armadura brillante. A su lado, había un sacerdote escuálido. Lo miraba con asco, murmurando rezos.

            - ¿Qué son esos parches que tiene sobre la piel? -preguntó el hombre con armadura.

            -No lo sé mi señor. Detecto un pequeño flujo de magia. Seguramente se trate de algún arte herética para poder conseguir más poder.

            -No… -intentó decir Irandi.

            El soldado de la armadura, le golpeó una patada.

            -Lucas, ¿Por qué no le has quitado los parches? -gritó- No queremos que pueda 
recuperar suficiente poder para que se escape.

            Un soldado más mayor inclinó su cabeza.

            -No hemos podido, no me da buena espina.

            - Da igual, tráigame dos hombres. Y tú, sacerdote, quiero que me ayudes a buscar al chico. Aquí había dos personas y solo veo una. No debe andar muy lejos.

            - ¡Sí! -respondieron los dos a la vez.

            El soldado de la armadura iba con sus hombres en busca del chico, Irandi lo pudo ver como la oscuridad lo engullía entre los árboles. Tenía la vista nublada y la boca llena de sangre, le costaba pensar. Bajo cualquier pretexto, no deberían quitarle aquellos parches. Debía impedirlo.

            -Vamos, sacerdote, quítele esos parches. El señor Hefesto lo ha ordenado -dijo el soldado Lucas.

            -No… -Irandi intentó balancearse hasta caer.


            Los soldados lo sujetaron. El sacerdote lo miraba, empezó con la oración. Con un alfiler se pichó el dedo. Dejó caer la gota de sangre sobre el parche y cuando lo quitó…

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