-Mi nombre es Irandi, soy amigo de Shiin
-dijo poniéndose la mano en el pecho el sacerdote-. No me queda nada de poder y
así no podemos salvar a Shiin. Seguramente esté encerrado en una de las celdas
subterráneas de la Iglesia.
Aquello
era demasiado complicado, pensó Irandi. Aquel hombre de la armadura, no tenía
pinta de estar por casualidad. Shiin ya era buscado cuando se conocieron, eso significaba
que la Iglesia de verdad lo quería muerto. Ellos no escatiman a la hora de
mantener encerrado a alguien. Él lo sabía muy bien, había ayudado en diseñar
esas celdas. La única opción era esperar a que lo ejecutasen. Con un poco de
suerte, tendrían aún dos días. El primer día le absorberán su magia, para
evitar que se fugue. En la mañana del segundo día, le preguntarían si desea
confesarse y al anochecer sería decapitado.
Sería
durante el segundo día que intentarían algo. Él estaba aún débil y no sabía el
alcance del aprendizaje del niño. Las cosas estaban muy negras. Ahora solo
necesitaban buscar refugio.
-Hefesto,
según mis lecturas, el tipo que te golpeó se ha dividido. Seguramente sea un
señuelo.
-Evidente.
Las presas suelen dejar rastros falsos cuando están débiles. Con muy poca
suerte, el depredador si es joven e impulsivo… Lo más seguro que siga el más
evidente.
Hefesto
estaba detrás del sacerdote Axel. En frente, tenían un papiro donde una falange
de su armadura vibraba y daba vueltas.
-Toma,
otro trozo de mi guantelete. Este también tenía unas pocas gotas. Dividiré a mi
guardia en dos grupos. Contaré en que usted nos proveerá algo de apoyo. Este
tipo es muy peligroso.
-
¿Tanto? Sé que es un hereje, pero lo he visto alguna que otra vez cuando era
novicio. Solo era capaz de sanar animales pequeños y reforzar algunas armas.
-Ese
tipo arrasó la aldea Vigía. No se encontraron más que tierra quemada. Ni los
huesos de sus víctimas, ni sus huellas quedaron. Pensamos que se inmoló como
acto desesperado de sus experimentos. Pero cuando lo vi esta mañana… Supe
enseguida que era él. Algo más joven, pero era él.
-La
aldea Vigía… recuerdo aquello. Llegaron noticias de una gran explosión. No
sabía que hubiese sido él. Entiendo, entonces es grave. Enviaré una petición a
la Iglesia de la Madre. Ellas pueden proveeros de mayor apoyo que los inútiles
que hay por aquí. Diga lo que diga el obispo Augusto, ellas tienen mayor poder
que nosotros aquí.
-Hola
Shiin…
La
pared de piedra mellada se había abierto. Una monja estaba allí parada frente a
él. La luz exterior, aunque era tenue, hacía que los ojos le ardiesen. No podía
vislumbrar su rostro.
-Solo
vengo a decirte dos cosas. No hace falta que te diga quién soy. Vengo a decirte
dos cosas. La primera, cierta persona peligrosa y amigo tuyo está buscándote.
Va acompañado de un niño… Que desgracia de chico… La segunda es, van a
adelantar tu ejecución. Eres un apóstata, tú no mereces ningún perdón. Adiós
monstruo.
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