Arrancándole una macabra sonrisa a la luna, hoy me dispongo a salir vestido con sotana. Mancillo el nombre y el oficio. No creo en dios, porque si existiese sería alguien ataviado con una capa y una sonrisa con colmillos y lengua bífida. Las farolas guían mis pasos por esta mal iluminada ciudad. Ni en el mejor de mis días anduve tan firmemente. No tengo miedo, no tengo futuro y me robaron el pasado. En mi mente solo se oyen los engranajes de mi cerebro crujir. El tañido de mis latidos marca el compás de la danza de la guadaña que hoy tengo en el cuello.
Llevo esperando demasiadas horas a que salga esa mujer de rojo vestido. Soy ciego ante el mundo y escondido leo las estrellas y los andares de los perros. Entro en la iglesia, huele a incienso y a pelo quemado. Mueren niños y mujeres. Mueren hombres y son tratados como perros. Este no es el mundo donde yo crecí. Aquella mujer estaba esperándome en el confesionario.
-Hola padre...
-Yo no tengo hijos.
- ¿Y quien eres?
-Un mentiroso.
Y me agarró fuerte del brazo y me arrastró al pecado. Con sus gráciles pasos y el humo que exhalaba pervirtió mis sentidos. Su sonrisa se ensanchaba mientras que se ataviaba una capa y su capucha roja me llevaron al otro lado de la ciudad. No quiero hacerla esperar. Hoy voy a conseguir darle un bocado a su tierno cuello. Y aunque juegue conmigo, yo me dejo llevar. Disfruto del placer que es su voz, la miel de sus caricias... Enloquecí hace tiempo y por eso le pido a la vida que no espere nada de mí. Yo no estoy cuerdo y sigo razonando que este es el mal camino. Adicto a la cacería y a la sangre. Me gusta la carne que me ofrece. Me ha domesticado. Soy un depredador que ha sido cazado y ahora juego al compás y bailo a sus pies. Me volví un títere, no tengo corazón y bailo desenfrenadamente por sus piernas.
A cada mañana limpio mi sotana y me miro al espejo. Cada día más viejo y más irracional. Da igual lo que haga, los malos vicios nunca me van a dejar y mis pecados serán los mismos que un día me crucificarán.
Llevo esperando demasiadas horas a que salga esa mujer de rojo vestido. Soy ciego ante el mundo y escondido leo las estrellas y los andares de los perros. Entro en la iglesia, huele a incienso y a pelo quemado. Mueren niños y mujeres. Mueren hombres y son tratados como perros. Este no es el mundo donde yo crecí. Aquella mujer estaba esperándome en el confesionario.
-Hola padre...
-Yo no tengo hijos.
- ¿Y quien eres?
-Un mentiroso.
Y me agarró fuerte del brazo y me arrastró al pecado. Con sus gráciles pasos y el humo que exhalaba pervirtió mis sentidos. Su sonrisa se ensanchaba mientras que se ataviaba una capa y su capucha roja me llevaron al otro lado de la ciudad. No quiero hacerla esperar. Hoy voy a conseguir darle un bocado a su tierno cuello. Y aunque juegue conmigo, yo me dejo llevar. Disfruto del placer que es su voz, la miel de sus caricias... Enloquecí hace tiempo y por eso le pido a la vida que no espere nada de mí. Yo no estoy cuerdo y sigo razonando que este es el mal camino. Adicto a la cacería y a la sangre. Me gusta la carne que me ofrece. Me ha domesticado. Soy un depredador que ha sido cazado y ahora juego al compás y bailo a sus pies. Me volví un títere, no tengo corazón y bailo desenfrenadamente por sus piernas.
A cada mañana limpio mi sotana y me miro al espejo. Cada día más viejo y más irracional. Da igual lo que haga, los malos vicios nunca me van a dejar y mis pecados serán los mismos que un día me crucificarán.
