Grito Vacío
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jueves, 22 de septiembre de 2011

Tal vez pueda llegar

Te veo princesa, te burlas de mi atuendo, de mis harapos sucios. Tu piel impoluta, tus ojos puros, tu corazón de hielo te riges delante de mí. Mi piel morena, mis ojos cansados y sin corazón ya que lo perdí en una partida de cartas. Nos miramos el uno al otro, dos mundos tan lejanos y a la vez tan cerca, pero no solo basta alargar la mano. Una oleada de rabia me hace verte con desprecio, pero tus ojos fríos me hacen sentir por tí compasión.
Afilo mis sentimientos, su filo corta el viento como mi hoz sega los cereales. Veo el mundo como un infierno, lágrimas por todas partes, llantos que acallan la voz de la tierra. Madres que pierden a sus hijos, hijos que nacen ya sin padres. Nada de eso me importó hasta que me la arrebatasteis sin pedir permiso. Le arrancasteis las alas y la dejasteis tirada. No es justo.

Bajo la luna vago por las calles desiertas del infierno. Veo las luces de las casas, un hogar, un lugar en el que poder amar. Que fácil es de destrozar. Mi desesperación me hace llevar mi mano al revólver de mi cinturón, pero a tiempo me detengo. Tengo hambre y mi gabardina ya no protege del frío como antes. Entonces encuentro los mismos ojos que te robaron de mi lado, esas ropas negras, su guadaña desafiante a la realidad, esa figura que a todos les espera al final del camino. Me ve y se detiene, mete su mano en la capa y saca un reloj de arena decorado por gemas y cristales preciosos. Tenia grabado mi nombre, le sonrío. Parece contrariada, solo me quedaba un minuto, los dos lo sabíamos. Me mira mientras el tiempo corre imparable. 
Saco mi último cigarrillo y lo enciendo, cinco segundos, miro a la luna cuanta nostalgia, tres, miro a los ojos a la muerta y una paz tranquilizadora que cubría todo mi ser se quiebra. Ya estás aquí y te recuerdo que te debo una. Si quieres mi alma, lucha por ella, voy a ser libre. Ahora que estamos cara a cara, un grano de arena. Entonces se agotó el tiempo...


Cierro los ojos y los abro, la Muerte me contempla sorprendida, sonrío, saco el revolver. Se aparta, el miedo es palpable. La bestia milenaria, el cazador, el único que planta cara a los dioses está aterrado frente a mí. Le miro y sonrío. Hace tiempo que dejé de estar vivo, cuando te llevaste a mi amada, te llevaste mi vida. Pero entonces una fuerza inmortal te hace levantar, sonríes y me das mi reloj. Entonces me preguntas porqué y te contesto que ni yo mismo lo entiendo, solo te puedo decir que ya no estás solo...

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