Esperando en el fondo de mi habitación se encuentra un pequeño jardín escondido entre los pliegues de mi mente. Un nuevo rosal de pétalos negros a crecido entre la maleza. Su olor dulzón me atrae peligrosamente. Suelto mi encendedor, mientras que el cigarrillo se resbala entre mis dedos. Me levanto del suelo, me rebelo de mi esquina favorita que me encierra. Un sonrisa mal disimulada se me dibuja en el rostro. Siento que la vida empieza a fluir de nuevo entre mis venas, siento que la ira sirve como catalizador. Todo va más lento, ¿o soy yo quién va más deprisa? Quien sabe, pero esto se siente bien dentro de mi. Algo me araña las entrañas, pero está feliz dentro de mi.
Mis pupilas empiezan a dilatarse. Otra vez acude a mi llamada. Está sediento de sangre, necesita carne fresca. Vuelve a estar hambriento. Yo también creo que siento algo de vacío en el pecho. Creía que en el pecho había algo que latía, parece que era un error. Un fallo. Pero juraría que ha latido. Debe de ser un sueño. Un error, no es normal, al menos no después de tanto tiempo.
Un aullido salvaje empieza la cacería. Mi grito desafía su aullido. Sin mi él no sería nada, pero sin él yo tampoco. Esta simbiosis empieza a ser degradante, pero me gusta. Cada minuto siento que muero por dentro, me convierto en algo más natural algo más salvaje. Él se convierte en algo más humano. Supongo que nos equilibramos.
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