Grito Vacío
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viernes, 29 de julio de 2011

Las historias también pueden ser trágicas....

Andando por la calle mojada, el joven aprendió que el hambre es una costumbre difícil de olvidar, pero no imposible. Buscando algo perdido entre sus bolsillos, encontró una tiza. Solo, perdido entre las sombras de la calle, huérfano y sin lugar donde ir. Tan pobre que tan siquiera tiene lugar donde tirarse muerto. Decidió enojarse ante el mundo. Decidió insultar, decidió luchar contra la herida de su pecho. Pero ese día no era el momento ni el lugar. Como arma solo tenia aquella tiza. ¿Qué podía hacer? Solo podia esperar. Fue entonces cuando las fuerzas le fallaron. Solo recordaba el sabor del polvo y el olor de su sangre.

Esa misma noche, en la ciudad, un padre observava sin poder hacer nada como su hijo moría poco a poco, llevándose a su mujer al abismo de la muerte. Dejándose los codos en la barra del bar, busca consuelo al final de cada vaso, en el suspiro del tabaco. Quería avanzar hacia la muerte, al encuentro de su fúnebre familia. No había nada que le atase a esta tierra maldita. Su alma era solo ceniza... Andando bajo las luces de otoño. Su traje manchado de barro, su pinta perdida le hacían esconderse entre la maleza de la ciudad. En una de las callejuelas encontró el cuerpo tirado de un crío. Tendría más o menos cinco años. Su cuerpo desnutrido, una pequeña herida en su rostro hacia que la imagen fuese más terrible. En el fondo, allí perdido entre las cenizas de su alma, una semilla brotó. Se preguntó que males habría pasado la pobre criatura. Decidió acogerlo. No tenia nada que perder...

Los años pasaron, el joven creció dentro de la casa de aquel hombre. Lo llamó padre, aquel hombre lo salvó de ser un perro callejero. Los dos compartían un dolor indescriptible dentro de sus almas encerradas bajo llave. La compañía alivió el dolor. Y el día llegó. Poco a poco aprendió un secreto. Sintió como un calambre le recorrió el brazo al sentir en su palma aquel objeto lleno de aquellos extraños dibujos conocidos como palabras. Las aprendió diestramente, a lo que le siguió centenares de nuevos conocimientos. El hombre pasó a ser un anciano, el joven pasó a hombre. Descubrió con el tiempo que el saber era una fuente peligrosa de poder... Su sonrisa era notable, ahora empezaba su felicidad. Metió la mano en su bolsillo y encontró aquel pedazo de tiza.
De pronto su sonrisa volvió a desaparecer cuando la sombra de la muerte apareció en el umbral de aquella casa a la que llamó hogar...
Otra vez solo. Una punzada de odio volvía a reconcomerle. Parece que en segundos desaparece lo que en años se construye. Otra vez solo. Una voz en su mente le susurró: Empuña la tiza y graba con fuerza el dolor de tu sufrimiento en las mismas entrañas de la tierra. Grábalo a fuego en tu alma, ataca con uñas y dientes, es lo poco que te queda.
Y las palabras llamaron a su puerta. La venganza estaba a la vuelta de la esquina. Poco a poco empezaba a dominar aquel arte prohibido. Solo había un problema, la muerte ahogó gritó en lenta agonía aquella misma noche....

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