Grito Vacío
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domingo, 15 de enero de 2012

Cumpliré mi vendetta

Estad seguros que en mi oscura y silenciosa habitación, el odio me consume. Mi sonrisa se ensancha, la conciencia se marcha. Mis remordimientos se van esfumando. No entiendo que me pasa pero me gusta este juego con piezas de fuego. El frío empieza a acojonarse frente a mi rabia. Quiero venganza. Saborear el poder del dolor, el sabor amargo de la venganza. Destrozar una cara y que me importe una mierda el prójimo. Ser el egoísta que te agarre entre las sombras y haga de tu mejor sueño, el terror de tus peores pesadillas. Estar en el infierno, bajo miles de kilometros bajo tierra y sentirme en lo alto de esta patética obra de teatro.

No puedo fingir ser malvado, porque seria un insulto al nombre. Una ofensa al orden del universo. Un caos preestablecido. Sentado en mi silla ya no se escucha ni música, el silencio es presa del pánico. Mis pensamientos se expanden como las llamas sobre la gasolina. Pero aún no han prendido. Quiero conocer lo que hay detrás de la puerta de mi habitación. Se lo que es amor y odio. He esperado al corazón que  me haga mirar arriba, que me haga volar, pero sin saber que esta oscuridad es cálida y me abriga allá donde yo esté. En la cueva más fría y oscura, en un pozo tan profundo que llegue a las entrañas de la tierra. Donde los demonios bailan con el susurro de aquellos que se han sumergido en la locura, más allá de la muerte.

No, una negación que en ese día podre olvidar. No habrá límites, mis risas harán encabritar a los dioses pero mi puño les romperá los dientes. Ni la muerte me alcanzará y no porque sea más rápido, sino porque la tiraré a los perros. Un silencio corto. Un suspiro. Un segundo. Una calada. Un paso. Una silla en una habitación cuadrada, sin cama, sin ventana. No hay luz. Encerrado en una especie de prisión peor que la anterior, me hace cruzar una puerta más hacia la locura. Todo cuece, en este caldero  mi rabia enciende la llama, mi envidia hecha la carne que tendré que devorar, la paciencia pudre las verduras y la lujuria espera sentada en una silla mirándome desde el otro extremo. Su cara de lobo me mira, sus ojos ven todo aquello que deseo. No solo placer carnal, la gula también está encerrada en esos ojos ambarinos.

Unas llaves me sacan de mi ensoñaciones, y entonces vuelvo a la habitación llena de arañazos ensangrentados en las paredes. Aquel reflejo en el espejo, aquella manta roja. Aquella habitación tétrica era la prueba de mi locura, estoy enfermo. En mi mente solo había espacio para una frase....

"Ojalá vivas en tiempos interesantes".



Oh! Lindos corderos, me encerrasteis entre cuatro paredes. Pronto saldré, será inevitable. Solo puedo deciros que rodarán cabezas...

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