Miro desde mi ventana amargado de como cada herida de mi piel me hace más débil. Me lamo cada una de las partes dañadas. La soledad me ahoga lentamente, veo como todos sonríen. No puedo tocarte, no puedo ni verte sin que mis heridas se abran. Siempre fui un cobarde, siempre estuve destinado a perder.
Miro por millonésima esa parte de mi mente en la que eras la protagonista, en las que tu nombre llenaban cada una de mis pesadillas. Tu nombre, palabra que arde lentamente, nunca estuviste extinta en mi mente. Olvidé tus ojos de luz, olvidé tu voz de viento... Me rendiría a la muerte, me rendiría a todo aquello que ahora me apunta con un rifle. Yo solo quería sonrisas y alguna lágrima, yo quería palabras eternas y un sorbo de ron por cada lágrima que se me fue vetada. Sé que mis sueños son mentiras, mis risas son amargas, mis esperanzas son falsas. No tengo nada más que rabia callada, silenciada entre las paredes del tiempo.
La luz está apagada en mi habitación, la puerta está cerrada, las ventanas también. Me han herido, en un día he vivido más de mil vidas con cada una de sus puñaladas. Juego amargado porque esta es la función que me asigné. Soy perdedor en juego, nunca gané nada en el amor, solo hostias directas al corazón.
Pero con esto hoy me retiro, no tengo más que contar. He tomado una decisión, las cartas están en la mesa. Es hora de resurgir...
Pero con esto hoy me retiro, no tengo más que contar. He tomado una decisión, las cartas están en la mesa. Es hora de resurgir...
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