Sonrío porque puedo. Me río de todo porque todo se ha reído de mi y me ha golpeado. Soy débil, muestro mis heridas cojeando. Pero son heridas, a mi lado hay una pila de cuerpos. Heridas que me han hecho, heridas en las que he salido vivo.
No te preocupes, bebe y fuma. Toma tu tiempo, que cicatricen. Si te golpean, enhorabuena, ya te levantarás. Y si no abajo te quedas.
¿Me he de mostrar como soy? No. Nadie ha de verlo. Nadie. Pocos me recuerdan. Pocos me han visto enfadado. Hay una diferencia entre humilde y débil. ¿Es que me he caído de la cuna? No. He bajado por mi cuenta. Estoy harto que me protejan.
Los minutos te observan. Las espadas y las jugarretas te han marcado. Eres otra pieza en esta tablero. En cualquier guerra hay bajas. Y tú la primera.
El viento es molesto. El sol frío, la tierra mojada. Ahora más que nunca quiero que arda. Quiero dejar de mirar. Voy a echar gasolina. Que todo prenda. Yo voy a estar en medio de esta hoguera. Eso si, siempre riendo. Tengo miedo, tengo interés. Me siento en mi silla, me miro los dedos. Todos quemados por el agua. No siento dolor. No tengo opinión de mi mismo. No tengo nada que opinar. Silencio.
El ruido de unos dados te hacen mover hasta la casilla enfrente de mí. Te voy a comer. Lo siento.
Estas delante de como hace ya unos años. No quiero consejos. Me enseñas tus colmillos. Así que cojo mi caja de cerillas. Me estás cabreando.
Te enciendes pronto. No sabes ser paciente, huir y callar cuando se te advierte. Maldito inocente, derrotado. Estás desarmado. No eres bueno en nada. Vete, esta es mi casa. Huye y no me hagas comerte otra vez. Maldita mierda de calle. Olvídate de mí. No soy tú.
Adiós, ahora si.
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