Tus ojos me miran. Me funden. No siento el calor del sol ni
el olor del viento. Tu esencia cubre cada uno de mis poros. Me excitas y besarte
es como saltar desde lo alto de un edificio. Miro a tus ojos y no aparto la
vista. Me siento avergonzado por tal osadía. No soy ni príncipe ni galante. Soy
vaquero forajido, un exiliado del olvido.
Entre los pliegues de tu vestido dejo escondidos mis sueños.
Mis manos en tu cintura para agarrarte bien fuerte y surgir paso adelante
resquebrajando la piedra. Entonces te pones de espaldas a mí. Apoyas tu cabeza
en mi pecho. Me dices que tu nombre es viento. Me dices que no es mi trabajo
estar de espaldas al mundo. Que soy otro más en este juego. Una pieza condenada
por el destino.
Pero me regalas un beso, pero bajo por tus mejillas, Llego a
tu cuello y suavemente te dejo mi beso. Esos labios nunca serán míos. Por más
que me oculte en las sombras, he de salir hoy a ver el sol.
Me abrazas, lloras. Me destrozas, pero me aprietas con
fuerza. No quiero amarte, sería como comenzar la misma historia. Quiero
consumirte, besarte y jugar con tu pelo. Me besas, no te detienes. Te pones
sobre mis pies vuelves a besarme, tus labios saben a luz del sol. Del color del
atardecer. Me haces arder.
Me quitas la camiseta, te detienes y miras. Pones la mano
sobre mi vientre y me tumbas. Miro atónito como te desabrochas la camisa. Tus
ojos brillan como el reflejo de la luna. ¿Qué no conoces límite? Te acercas más
a mí mientras te acuestas sobre mí. Tu piel tostada y el suave olor a miel. El viento nos
acompaña esta velada. Y me murmura que te agarre con fuerza, que te bese. Que
te quite la poca ropa que nos estorba. Que te vuelva a besar y que te abrace fuerte. Tus
caricias y tu suave movimiento, ronroneas y me haces enloquecer.
Entonces cumplo los
designios del viento, doy vía libre al placer. Comerte, devorarte con los ojos, besarte en los senos, agarrarte con mis manos, morder tu cuello, acariciar tu cuerpo, llegar a lo más hondo y volver a besar tus labios de fuego. A dejarte en el séptimo cielo, mirar tus ojos como si fuesen el firmamento. Darte un rodeo por el
infierno, morderte la oreja, susurrarte palabras de amor, palabras de eterno amor. Pero cuando te abrazo, despierto del sueño y recuerdo que eres humo…
Y el viento vuelve a
reírse de mí a carcajadas. Su hija, nunca será mía. Maldito hijo de puta...
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