En este lado del río el mundo sigue siendo el mismo. Diría que es la misma cara pero de una moneda similar. Miro los árboles ahogándose en silencio, se estremecen con el viento frío. El infierno ha apagado las llamas. Las cosas marchan mal hasta para Satanás. El mundo muere sin poder detenerse. Somos nosotros quienes moramos el infierno. El cielo aún sigue medio vacío...
Princesa, me quiero enamorar. Quiero sentarme en los límites de mi locura y apartarte el mechón del rostro. Acariciarte las mejillas y escribirte lo que siento. Dejar a la vida entrelazarse entre nuestros cuerpos. Besar tus labios, lamer tus pechos. Oírte reír entre los pliegues del tiempo y llorar. Quiero curar tu corazón con algún bálsamo que alivie tus lágrimas.
Princesa, quiero volver a ser libre. Quiero sentir tu dolor y reírme del monstruo que te atormenta cada noche en el armario. Veo en tus ojos un universo, en tu boca conocí el sabor del viento. Poesía alguna te escribiría, pero manco de pulso.
Tu pelo libre al viento, tus labios de miel, tus sentimientos a flor de piel... Ven a mi lado a sentarte. Tómate un descanso, que a pesar de que te quiero desnudar y saborear, jamás he puesto mi mano encima a una dama. Tu llama arde silenciosa y hermosa en tu pecho. Ni el agua fría a osado pagarla y desperdiciar ese hermoso calor. Tu piel es una fragancia de olores que despiertan a los muertos. Estoy viciado a tu cuerpo y maravillado con tus pensamientos.
Pero ni te sientas en mi banco, ni te acercas a mi lado. ¿He hecho algo? Ya entiendo, tampoco te he buscado lo suficiente. Así que me pienso encender un cigarrillo y a beber algo de vino, jugar una partida de cartas y enfrentarme a mí destino...
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