Grito Vacío
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martes, 21 de febrero de 2017

El pasado

                 Un hombre más que humano, pero menos que una persona. Vagó por el mundo en busca de venganza. Con más arrugas que años a su espalda. Y a pesar del odio y la ira, sentía el hálito de la parca cerca. Cada vez que cerraba el ojo sano, oía en la lejanía el relincho del corcel sin vida.

            Se alimentaba de hierbajos y cuando llegaba el invierno se escondía en alguna cueva. Si en ella encontraba algún animal hibernando, se aprovechaba. En la primera cueva encontró una cajita entre los restos de personas que tuvieron un encuentro desafortunado. La cajita era de hierro negro, de un brillo mate y de un curioso tacto. Dentro de esa caja se escuchaba un tenue latido.

            Bebía de agua de río y de pozos perdidos en medio del bosque. Cuando encontró la segunda cueva. Habitaban pequeños seres, menudos y barbudos. Ojos fríos y duros como la piedra y viejos como la tierra. Le ofrecieron vino y carne. Bebieron y festejaron. Allí encontró el calor, un silencio y una piedra roja como la sangre. Pronto llegó la noche profunda y con ella las pesadillas. Una misteriosa carga de pólvora estalló e impidió que aquellos menudos hombres pudiesen escapar.

            En la tercera cueva, encontró una pequeña drow. Su cabello plateado y su piel oscura daban a la niña un aspecto orgulloso. Con su ojo bueno intentaba observarla. Reptaba como una serpiente y cazaba como un león. Cada vez que el sol salía, la niña se adentraba más en la cueva con tal de que la luz solar no la tocase. A menudo la niña acariciaba un pequeño librito de un papel impoluto. Tan blanco que emitía una tenue luz azulada cuando la luna incidía en sus páginas. Cuando salió el sol, como a cada amanecer ella se escondía. Esta vez, con la calma de la piedra y con la constancia del latir de la cajita, de su boca salió un fuego verde que se extendió por toda la cueva. Se oyó un grito y luego nada.

            Tomó aquel pequeño libro que ahora estaba envuelto de una niebla y lo tomó para él. Tres regalos, tres recuerdos con sangre. Tres acciones y tres pozos de agua envenenada.


            Erase un hombre más que humano, pero menos que persona. Una cáscara de piel y huesos repleto de sombras y gusanos. Un ser que ahora estaba más cerca de su sueño. Un hombre que menos que una persona, ya no podía morir.

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