Un
hombre más que humano, pero menos que una persona. Vagó por el mundo en busca
de venganza. Con más arrugas que años a su espalda. Y a pesar del odio y la
ira, sentía el hálito de la parca cerca. Cada vez que cerraba el ojo sano, oía
en la lejanía el relincho del corcel sin vida.
Se
alimentaba de hierbajos y cuando llegaba el invierno se escondía en alguna
cueva. Si en ella encontraba algún animal hibernando, se aprovechaba. En la
primera cueva encontró una cajita entre los restos de personas que tuvieron un
encuentro desafortunado. La cajita era de hierro negro, de un brillo mate y de
un curioso tacto. Dentro de esa caja se escuchaba un tenue latido.
Bebía
de agua de río y de pozos perdidos en medio del bosque. Cuando encontró la
segunda cueva. Habitaban pequeños seres, menudos y barbudos. Ojos fríos y duros
como la piedra y viejos como la tierra. Le ofrecieron vino y carne. Bebieron y
festejaron. Allí encontró el calor, un silencio y una piedra roja como la
sangre. Pronto llegó la noche profunda y con ella las pesadillas. Una
misteriosa carga de pólvora estalló e impidió que aquellos menudos hombres
pudiesen escapar.
En
la tercera cueva, encontró una pequeña drow. Su cabello plateado y su piel
oscura daban a la niña un aspecto orgulloso. Con su ojo bueno intentaba
observarla. Reptaba como una serpiente y cazaba como un león. Cada vez que el
sol salía, la niña se adentraba más en la cueva con tal de que la luz solar no
la tocase. A menudo la niña acariciaba un pequeño librito de un papel impoluto.
Tan blanco que emitía una tenue luz azulada cuando la luna incidía en sus
páginas. Cuando salió el sol, como a cada amanecer ella se escondía. Esta vez,
con la calma de la piedra y con la constancia del latir de la cajita, de su
boca salió un fuego verde que se extendió por toda la cueva. Se oyó un grito y
luego nada.
Tomó
aquel pequeño libro que ahora estaba envuelto de una niebla y lo tomó para él.
Tres regalos, tres recuerdos con sangre. Tres acciones y tres pozos de agua
envenenada.
Erase
un hombre más que humano, pero menos que persona. Una cáscara de piel y huesos
repleto de sombras y gusanos. Un ser que ahora estaba más cerca de su sueño. Un
hombre que menos que una persona, ya no podía morir.
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