Grito Vacío
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lunes, 13 de marzo de 2017

Otro relato (7)

Ya pasaba de la media noche cuando el niño ya estaba acostado. Shiin observaba el cielo por la ventana. Ahora solo se escuchaban a los guardias haciendo la ronda por las calles y unos pocos tertulianos abajo.

Shiin sacó de su bolsa un tintero y una piedra roja. Se la colocó en la cuenca vacía. La piedra le arañó la piel y una pequeña gota se escurrió como si de una lágrima se tratase. Con cuidado dejó caer la lágrima en el tintero. Tapó el tintero y lo volvió a guardar en su bolsa. Luego sacó un parche y tapó la piedra que estaba en el hueco de su ojo.  

Se acercaba el momento. Lo presentía. Se giró a ver al muchacho y luego volvió a mirar por la ventana. Se sumió en sus pensamientos hasta que se oyó como alguien llamaba a la puerta.

-Pasa.

Vanesa iba cargada con una bandeja con comida. Se le veía cansada.

-Disculpe por llegar tan tarde. Le he subido unos cuencos… ¿ya se ha dormido su hijo?

-Es… mi aprendiz. Llevamos mucho tiempo en el camino.
-Oh, vaya.

La joven había dejado la bandeja en una de las camas. Y miraba ahora a Shiin inquieta.

-Mi padre, me ha dicho que, si a usted no le importa, que yo le calentase la cama.

-Ese viejo…

Vanesa se acercó a donde Shiin estaba sentado y le cogió de la mano.

-Venga usted conmigo.

Shiin obedeció. Bajaron por la escalera y entraron por la cocina. Detrás había una habitación iluminada con velas aromáticas. La habitación olía a canela. Las pequeñas llamas bailaban mientras ella se desvestía.

Cuando se quitó el vestido, se acercó a Shiin, empezó a desvestirlo y a cubrirle de caricias. Él la observaba con su ojo azul. Él le acarició la mejilla bajando por sus labios hasta llegar a su seno y sentir los latidos de su corazón. La besó y ella le quitó la camisa. Tenía el cuerpo repleto de cicatrices y ella le besó en cada una de ellas. Él la agarró por la cintura sentándola en la cama y se tumbó. Ella empezaba a acariciarse mientras que él se quitaba las botas. Entonces la puerta se abrió. Un hombre grande y con armadura le golpeó en la cabeza.


Mientras su conciencia se desvanecía, escuchaba como más hombres armados entraban. De fondo solo escuchaba la risa frenética de Vanesa y el sonido de unas monedas tintinear. 

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