No estaría feliz, estaría muerto.
Tampoco estaría triste ni enfadado. Estaría muerto y frio. Estaría muerto como
esta entrada.
En
el instante en que mi vida pasase por delante de mis ojos, sí que estaría
triste, pero sobretodo enfadado. Muy cabreado y no por morir, sino porque no
tengo nada que destacar en mi vida. Nada de que sentirme orgulloso. Vería como
tomo una y otra vez cada decisión que he tomado y vería como me he equivocado. Aunque
aún tengo tiempo o eso creo.

¿Qué
hacer ahora? La solución no es hacer muchas cosas, ni muy rápido. Ya que sería
presa del miedo. E indistintamente funcionasen las cosas o no, el resultado
sería el mismo.
Y
aunque sé que debo hacer algo, lo primero ha de ser imponer prioridades. Un
horario, domar mi tiempo. Decidir en qué gastarlo. Y aunque fracase o triunfe, ambos
finales me enseñan cosas necesarias para más adelante. Ya que el conocimiento
es mi mejor baza ante el silencio.
Cuerpo
sano, mente sana. Tal vez sea la clave del misterio y sea la pereza la que me
vende los ojos y me susurre al oído que eso es solo una falacia. Pero voy a
ignorar a ambos. Haré caso al silencio, a la calma y a la quietud. Y moverme
entre mis problemas y desollándolos. Viendo que se cuece e ir por partes.
Y
aunque dude y falle, es mi método y mi vida. Aún no he muerto.
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