Se
acercaba la primavera cuando ya era capaz de moverse por su cuenta. No
intercambiaban ninguna palabra. No sabía hablar. Miraba siempre alrededor,
nunca había visto nada parecido a lo que no fuese los alrededores del pueblo. Era
un mundo nuevo para su joven vista.
Anduvieron por senderos en medio de
las montañas, cruzaron ríos e incluso fueron una vez en una barcaza. Cuanto más
andaban más lejos quedaban los recuerdos de la aldea.
Se detuvieron al borde del camino.
Él se fue a por agua como todas las veces que paraban. El hombre improvisaba
una pequeña hoguera y sacaba un cazo de metal. Cuando volvió, él ya estaba
leyendo aquel pequeño y viejo libro. Le quedaban pocas páginas. El hombre se
levantó y dejó el libro en el tronco mientras que el chico le daba el agua.
El niño por primera vez sintió
curiosidad y fue a donde estaba el libro. Pasaba hoja tras hoja, con los ojos
abiertos como platos. No había nada en aquel libro. Estaba en blanco. Escuchó
al hombre reírse. Lo miró y por primera vez vio su rostro. Le faltaba un ojo,
estaba cubierto de cicatrices. El ojo sano era de un color azul zafiro que lo
miraba con astucia.
-Por fin muestras algo de humanidad,
chico. Supongo que has de ser mudo. Ya que no hablas. ¿Puedes escribir tu
nombre?
No comprendía lo que decía aquel
hombre.
-Yo soy Shiin -dijo señalándose a sí
mismo-, ¿y, tú? -señalándole a él.
Al ver al hombre que estaba esperando
una respuesta, rescató de sus recuerdos algo que aprendió a golpes… El chico
negó con la cabeza. Abrió los agrietados y polvorientos labios.
(:Holas a los que me siguen leyendo, me gustaría vuestras opiniones D:)
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