Desde el tejado de mi casa, miro el cielo y mis ojos no son capaces de abarcar tan gran universo, de tan gran inmensidad. Solo soy capaz de percibir que soy un grano de arena en este desierto. No me siento bien, soy minúsculo. Huelo el viento y no encuentro más que la polución en el aire. Me agobia este viento, él tampoco es libre.
Los pies los siento fríos y sigo descalzo y sentado en el tejado. De pequeño quería ser una estrella en el firmamento. Desde allí arriba y verlo todo minúsculo, ser el águila que surca el cielo. Podría verte cuando estuvieses en tu ventana. Y cuando fueses la luna te besaría en silencio y que nadie viese cada una de las caricias que te regalaba cuan el frío nos abrazaba.
El tiempo fluye hacia delante, hacia atrás y entonces te das cuenta que no fluye, se expande. Beso cada una de las cartas que te envío desde este retiro alejado del océano. El fuego crepita suavemente y me sirve de compás al alcanzar la segunda hoja de esta tragicomedia.
Lágrimas en vez de letras, gritos como exclamaciones y dudas como interrogantes. Bailemos otro vals agarrados. Enséñame a besar tus labios de cristal. Enséñame a volar. No quiero estar metido en esta urna llena de clavos.
Los pies los siento fríos y sigo descalzo y sentado en el tejado. De pequeño quería ser una estrella en el firmamento. Desde allí arriba y verlo todo minúsculo, ser el águila que surca el cielo. Podría verte cuando estuvieses en tu ventana. Y cuando fueses la luna te besaría en silencio y que nadie viese cada una de las caricias que te regalaba cuan el frío nos abrazaba.
El tiempo fluye hacia delante, hacia atrás y entonces te das cuenta que no fluye, se expande. Beso cada una de las cartas que te envío desde este retiro alejado del océano. El fuego crepita suavemente y me sirve de compás al alcanzar la segunda hoja de esta tragicomedia.
Lágrimas en vez de letras, gritos como exclamaciones y dudas como interrogantes. Bailemos otro vals agarrados. Enséñame a besar tus labios de cristal. Enséñame a volar. No quiero estar metido en esta urna llena de clavos.
Me alcanza el sol, el tiempo a corrido lo más rápido que le enseñaron y el sol sale entre las montañas. Me enciendo un cigarrillo. Un nuevo día. Y tranquílamente espero que se ponga el sol allí sentado. Y otra taza de café para el cuerpo que lo necesita y no deja de gritarme al oído.
Fui y seré otro esclavo del universo, pero cabalgaré con tu recuerdo dentro del pecho y un sueño en la garganta. Acuérdate de mi voz y yo recordaré tu ojos.
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