Shiin cargó como pudo hacia la voz
mientras que el chico cerraba la puerta. Escuchaba como la voz no paraba de
suplicar a Shiin que parase.
-Maestro
Shiin, siento lo de antes. Sepa usted que debía actuar así porque quería vivir.
De
donde venía la voz, una pequeña luz azul empezaba a iluminar y mostrar lo que
había alrededor. El hombre que la sujetaba era el posadero. A medida que la luz
se volvía más intensa, dejaba a la vista que estaban en las cloacas de debajo
la ciudad.
-
¿Cómo me has encontrado? -dijo Shiin.
-Lo
siento maestro, ahora debemos salir de aquí. La Iglesia tiene perros y ratas
por todos lados. Y usted necesita descansar. Sígame.
Ambos
lo siguieron, pero de vez en cuando aquel hombre se giraba para mirar al chico.
-Maestro,
¿es cierto qué es tu aprendiz directo?
-Nada
de preguntas, ¿recuerdas?
Refunfuñando
siguieron avanzando. Por el camino encontraron a dos personas más que se les
unieron, sus rostros estaban ocultos por las capuchas. Al acercarse Shiin,
ambos se inclinaron y sin decir nada, cada uno se puso al lado de Shiin a modo
de escolta.
-Saldremos
pronto Maestro. Pero antes he de pedirle que no vuelva por un tiempo. Ni que se
acerque a las ciudades. La Iglesia tiene gente como Vanesa por las posadas e
incluso entre ayudantes de curanderos y gremios.
Shiin
asintió y siguieron avanzando. Se le notaba cada vez más agotado, arrastraba
los pies y se le cerraban los ojos. Cuando llegaron a una escalera que subía,
el posadero se detuvo. De entre la capa sacó un pequeño cofre y lo abrió.
Dentro había dos bolsitas con monedas y un tintero vacío.
-Sabemos
que no ha encontrado su guarda. Además, estos dos servidores, les proporcionaran
algunas medicinas y pociones para que durante su viaje...
-
¿Qué viaje? Tengo que encontrarme con Irandi.
-Creo
que no va a ser posible, Irandi… estalló.
El
rostro de Shiin era solo oscuridad. Se había erguido completamente y parecía
mucho más grande y furioso.
-Maestro,
le hemos preparado un carro hacia una villa, a unos días de aquí. Es Villa Roja.
Está casi vacía excepto por algunos ancianos y poco más. La Iglesia se fue de
allí al llevar a todos los hombres al campo de batalla. Pasaran desapercibidos.
Mi tío es dueño de algunos terrenos.
Shiin
suspiró, miró al niño y siguió hacia adelante. El chico salió detrás de él y
salieron a la luz. Cuando se les acostumbraron los ojos y miraron alrededor, estaban
más allá del muro. Siguieron recto por el sendero y un hombre con sombrero los
miró. Les hizo señas e inclinó la cabeza.
En
la cabeza de Shiin había muchas preguntas, pero entonces miró al chico. La
Iglesia no tardaría ir tras él. Lo mejor sería ocultarse durante un tiempo,
ahora debía enseñarle. El chico tenía habilidad y él lo necesitaba vivo.
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