Grito Vacío
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jueves, 20 de abril de 2017

Otro relato corto (11)

                 El sacerdote y el niño estaban tras los muros de la ciudad. El niño observaba el peculiar ángulo en el que se encontraba la nariz del sacerdote. El tipo miró a ambos lados y se desabrochó la sotana. El cuerpo estaba repleto por cicatrices y tatuajes rojos y negros.

            Mientras la sangre escurría por la cara, se arrodilló en el suelo con los ojos cerrados. A su vez las gotas que se escurrían por su abdomen, caían a la tierra. Cogió un puñado de tierra y la mezcló con su sangre. Luego escupió a la mezcla. Arrancó unos pelos que se le asomaban de la nariz y se hurgó la oreja. Sacó algo de cera y también la añadió en la mezcla. Hizo una pequeña bola.

               -Niño, no sé quién eres. Pero te han relacionado con mi amigo. Si es cierto que eres su aprendiz, ¿por qué no me lo has dicho? ¿Por qué coño no dices nada? ¿Qué mierda planea ése imbécil ahora?

                  Abrió los ojos, en lugar de ojos ahora no había nada más que oscuridad.
           
                - Ahora vendrás conmigo… No imaginaba que estaría él. ¡Plumas negras!

                  Volvió a ponerse la sotana cubierta de polvo.

                 -Dame la dichosa bolsa.
           
               Se la arrancó de las manos al niño que aún seguía atónito porque la nariz no había dejado de sangrar y la oscuridad en sus cuencas. El sacerdote rebuscó entre las pertenencias de Shiin.

                  -Mierda. Aún lleva el parche… Esto es muy malo. Anoche era plenilunio. Mierda -se giró para ver al chico y le soltó un guantazo- ¿temes a mis ojos? Vamos, muévete. Tenemos prisa y creo que ya sé dónde está. Joder.

                 Un dolor punzante y el olor a piel quemada despertaron a Shiin. Notó como la fría piedra arañaba su piel. Alguien le había quitado la ropa. Le habían despojado de sus ropas a excepción de los calzones y del parche. Abrió lentamente el ojo sano para ver a su alrededor. Estaba rodeado de paredes de piedra maciza.

                Palpó la piedra en busca de alguna grieta. No encontró nada. Sentía como la cabeza le daba vueltas por aquel dichoso incienso y por la contaminación mágica. La piedra seguía filtrando la mágica que su cuerpo almacenaba. Se llevó el pulgar bajo el parche i lo mojó del líquido que supuraba. Empezó a escribir garabatos. Necesitaba expulsar aquella energía.


              -No lo intentes… Por fin pagarás por tus atroces pecados. Emisario del falso Padre. Hoy la Iglesia verdadera del Padre y la Madre van a ejecutarte demonio…

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