Capítulo I:
-"Y aunque el mundo esté en llamas, aunque el yugo de la opresión nos tenga contra el suelo, jamás desaparecerá la esperanza, porque nuestro es el futuro"
Entonces el
olor a alquitrán invadió mis pulmones arrancándome una tos seca y viejos recuerdos cubiertos por la
lluvia. He vuelto, dije para mí mismo. El ruido y los olores fétidos
impregnaban las calles. Ya había pasado un año y todo seguía igual. Las mismas
nubes, las mismas caras curtidas por horas de trabajo y escasez de sueños. Subí
al tranvía, miraba aquella gente que era para mí siempre desconocida. Un
anciano estaba de pie a mi lado, enfrente un grupo de chiquillos hablando
sentados. Más lejos una madre que le apartaba el pelo de la cara a quien
supongo que era su hija.
Todos seguían
con sus vidas, todos menos yo. Yo que sin poder adaptarme a aquel panorama,
anhelaba una vida normal. Nada más que un trabajo, una esposa y una hija y un
hijo. Para decirles que aunque el mundo esté loco, algún día sería de ellos.
Pero era algo que anhelaba y aún no he encontrado. Yo quise comerme el mundo y
me partieron los dientes. Aunque no todo era malo. Recuerdo el cuchitril que
había en la esquina de mi calle. Aquel tugurio era para mí un lugar especial.
Un lugar donde la cerveza valía una moneda y alguna que otra charla subida de
tono con alguien más de la barra. Era para mí un sitio donde sabía que nadie me
juzgaría, un lugar donde podía meterme en una pelea y a los cinco minutos
cantar a coro alguna balada.
Bajé
y seguí andando, recordando todos los portales y sus mil historias e imaginando
otras mil. Y a pesar de mi tono triste y oscuro, no todas terminaban en masacre
y desamor. Algunas eran hermosas, con finales felices a pesar de las
adversidades. Y así vagando por mis recuerdos y ensoñaciones llegué a mi piso.
Al entrar la vi... Como venida de mi más amarga pesadilla, ella estaba allí.
Pero su cabello y sus ojos eran distintos. Pero debía ser ella.
-¿Quién eres?-me preguntó-.
-El...
¿hijo de la propietaria? -no supe como contestar a aquella pregunta sin
tartamudear-.
-Ya
claro. ¿Entonces, cómo es que tengo la llave?- su tono me molestó.
-Eso
me lo dirás a mí. Se supone que soy el único con llaves... Deja de tocar esos
papeles, ¿quieres? Aún no sé quién demonios eres y que haces aquí.
-Soy
la una alquilada, Natalia. ¿Y tú? Marian no me dijo nada.
-¡NO! ¿Qué cojones...?
No, no, no... Espera, me llamo Frank. Joder. Vuelvo después de un par de
años...-joder, que dolor de cabeza tenía en esos momentos- Necesito ir al baño.
Ahora vengo.
-Es...
-¡Ya
sé dónde demonios está el maldito baño! Es mi puta casa, joder...
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