Grito Vacío
this site the web

domingo, 24 de mayo de 2015

Introducción del Capítulo 1

    Aún sin comprender mucho, ella se había ido hace ya bastante rato. Yo estaba en el sofá leyendo viejos borradores. En el que tenía entre las manos, costaba leer ya que la letra era muy pequeña. No se como no me había quedado ciego hace ya tiempo. Ahora todas aquellos fragmentos sueltos de historias me parecían insulsas pero tenía que leerlas. Ese era mi método, eliminar toda opción posible. La que no pudiese tumbar, sería la correcta. Me llevaría a una historia que podría mantenerme en vela muchas noches.   

    La noche dio paso a un extraño día. El sol brillaba con rabia y sin darme cuenta, yo aún seguía en aquel sofá. No recuerdo haberme quedado dormido. Fui a buscar una vaso para tomar un poco de leche y continuar con la búsqueda. 

    Eran las cuatro de la tarde cuando tía Marian llamó al timbre. Al abrir la puerta me encontré a tía Marian que estaba con Leila. Las dos iban cargadas con unas maletas. Tía Marian, era viuda a pesar de sus treinta y nueve años, tenia dos hijas, Ana y Leila. Antes de que me marchase de nuevo a casa de mis padres, vivían justo en el piso de arriba. Debido a cuestiones de dinero, tuvieron que marcharse a casa de los padres de su marido, ya que había encontrado trabajo allí en una tintorería. Hacía tiempo que no sabía de ella. 

    -¿Te ayudo? -cogí la maleta que le había caído-.

    -Cielo, llévalo arriba. Volvemos a ser vecinos, -dijo con una sonrisa radiante-  ¿tienes la llave?

    -Sí... Creo que la tengo en el... sí. Está.

    Las dejé que se pusiesen cómodas en el salón. Les serví una taza de café a cada una. Mientras ellas charlaba, usé la excusa de subir sus maletas para poder seguir pensando en algo en que podría escribir o en cómo motivarme.

    -Bueno, ¿y qué se siente teniendo a una compañera de piso?-dijo Leila con mirada de cómplice-.

    -Supongo que bien, no llevo ni un día aquí, además se fue ayer y aún no ha vuelto.

    -La verdad, es que no recuerdo en que trabajaba. Creo que era periodista deportiva, pero a mi, me basta con que pague -dijo sirviéndose un poco de café-.

    Ya había oscurecido cuando se marcharon. Ella aún no había llegado. Tampoco la esperaba. Volvía a estar solo. Me hice un poco de sopa para cenar. Me puse mi cazadora de cuero y salí a la calle a dar una vuelta. Hay veces que solo necesito dar un paseo. Hoy era de esas noches.

    Era una magnífica noche de invierno. El cielo despejado y sin luna. Aunque hiciese algo de viento, se estaba bien. Me senté en un banco del paseo que había enfrente de mi casa. Me saqué unos chicles y me puse a escuchar algo de música. Pero mi instante de evasión se vio interrumpido cuando recibí un mensaje:

EY, ME HAN DICHO QUE HABÍAS VUELTO. ¿TE APUNTAS A DAR UNA VUELTA? TENGO UN PLAN QUE NO PODRÁS RECHAZARME, JAJAJA ME LO DEBES CABRONCETE. VE A LA CUEVA DENTRO DE MEDIA HORA. BESIS DE FRESA jeje
TOMÁS 
    Supongo que era cierto. No pude reprimir una sonrisa. Hacía ya tiempo que no sabía nada de él. Me levanté y me fui hacia la "cueva". La cueva, era un bareto de detrás de mi casa. Un pequeño cuchitril en el que me sentía a gusto, desde fuera parecía algo destartalado pero dentro era como una taberna de las de los libros, me gustaba. El dueño era un hombre menudo de barba espesa y sonrisa fácil. A pesar de su aspecto siniestro, era un cotilla. Lo que más me divertía de aquel local era que sus clientes todos se juntaban a charlar. Desconocidos y no tan desconocidos, se reunían todas las noches allí a contar su día a día, a maldecir y escupir. Era la cueva, donde las luces que bailaban con las sombras eran para nosotros lo único real.

    -¡Fraaaank! ¡Estoy aquí! -dijo un chico moreno, delgado y con aire desenfadado- Me lo podrías haber dicho que venías, menos mal que me lo dijo Ana -añadió con cierta mirada cómplice-.

    -Lo siento, no sabía cuanto tiempo voy a estar. Y por dos días no pensaba decir nada. Lo siento.

   Entramos dentro, saludamos Henri, el dueño. Nos sirvió un par de pintas y unos cacahuetes. Estábamos solos. Aún era pronto. Bebimos y charlamos de tonterías, pero para mí era algo de viento fresco. Me ayudó a relajarme.

    -Me enteré de lo de Iris. Lo siento.

    Me puse tenso al escuchar su nombre. Es cierto, no fue un buen trago. Sonreí y proseguí:

   -Son cosas que... pasan. No te preocupes, estoy bien. Bebo esto y me largo. Hace demasiado frío para mi gusto. Pero brindemos por los que vinieron y ya no están.

    Brindamos y de un trago y un salto ya habíamos cruzado todo el local. Nos despedimos de Henri y cada uno se fue por su lado. Iba haciendo eses cuando de pronto escuché un grito y el murmullo de gente. Por lo que recordaba hoy era un día de partido. Esos días era peligroso andar solo. Había grupos de pandilleros en busca de problemas. Me escondí detrás de un portal. No estaba en condiciones de correr. Los gritos cesaron y lentamente asomé la cabeza por detrás del coche en el que me estaba apoyando. Ya no había nadie, solté todo el aire resoplando. Y ahí estaba Natalia... tendida en el suelo.

    -Ostia puta...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 

W3C Validations

Cum sociis natoque penatibus et magnis dis parturient montes, nascetur ridiculus mus. Morbi dapibus dolor sit amet metus suscipit iaculis. Quisque at nulla eu elit adipiscing tempor.

Usage Policies