Ahora me encuentro perdido en medio de esta montaña. Ahora que veo el sol nacer, ahora que el viento ha callado el aullido de los lobos y las aves salen de sus nidos. Ahora que veo que no soy nadie, ahora que no tengo a nadie y me encuentro tan solo como puede sentirse una piedra en el cielo, puedo gritar. Gritaré aunque me salten las lágrimas. Gritaré aunque los animales huyan de terror. Gritaré aunque me deje la voz. Que los árboles y la tierra, que la brisa y el agua del río sean los únicos que acompañen mis discordantes gritos... Ya no se quién soy ni quién quiero ser. Que mi canto inunde el mundo, que mis pulmones se llenen del viento puro que se respira aquí desde lo alto.
Yo que sé donde se esconde la luna y donde el zorro caza a la liebre, yo sé que tú me escucharás en el susurro de la noche. Oirás como mis pasos hacen estremecer el polvo que levanto. Mis horas aquí entre estas montañas se han terminado. Ellos me han dado cobijo, calor y alimento. He recuperado fuerzas, más bestia que hombre. Ahora que los frutos han madurado, se que es hora de volver. De volver a casa. A la ciudad que me vio nacer. La misma que me quitó mis orígenes. La misma que me desterró. Pero ahora se que hay alguien que me espera. Ahora que se que alguien derramó lágrimas por mi. Se que nadie me va a impedir volver. Porque soy la ola que vuelve a la orilla.
Mi sonrisa ha vuelto, pero ahora es solo una mueca. Mi máscara. Qué útil. Es cierto, ahora me va lo macabro. Nada de tinte oscuro. Que hoy las calles se llenen de sangre. Pero nada desde el odio. No quiero que el veneno me pudra. Ahora que lo comprendo. Quiero moverme por el deseo y lo que más deseo son vuestras cabezas. Porqué el ruido que provoca tu rostro al estrellarse contra el asfalto, se ha vuelto mi himno. Me da igual que digan. Que en mis noches, albergo encontrar una hermosa melodía al encordar tus tripas en mi violín mientras bailo sobre lo que quede de ti. Mi pequeño y triste gusano, hoy comprendo que sin tus leyes ni tus normas... no eres más que una persona. Mortal, como todas las demás y es una pena. Me gustaría matarte tantas veces como mi conciencia lo permita. ¡Ah! Pero si no tengo, (aplausos, algún que otro abucheo, cabrones).

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