Hola hijos de puta. Mirad mis manos, mirad mis ojos vacíos. Miradme y no perdáis el tiempo en oír historias y cuentos chinos. Mi revólver está vacío, no os voy a comer ni os quiero acojonar, os voy a contar mi realidad.
No me comprendes si solo hablas de mis actos, ven y bebe a mi lado y sin prestar atención al mundo lo verás con otros ojos. Unos ojos cansados y jóvenes. Unos ojos hartos de encontrar cabos sueltos. Vamos a tomar un para de cervezas y una copita de jerez.
Crees que eres libre, pero entre tú y yo, solo puedes aquí y ahora beberte toda la botella y saltar por un puto barranco sin que nadie te lo impida. Pero claro, estoy yo y te lo impediré, por tanto vemos que tampoco eres libre. Bebe, claro. Fuma, puedes. Pero este es un local privado y el camarero hará que te metas el cigarrillo por ese sito donde el sol nunca alumbra. Mírame a los ojos ahora y dime si crees que si salgo por esa puerta me puedes alcanzar. No, no puedes porque ya estás borracho. Yo te he hablado cada vez más despacio y tu bebías más deprisa. No comprendes que nunca podrás entenderme si cuando me escuchas en realidad le estás mirando el escote a esa chica de mi espalda que está jugando a billar.

Estás sentado en el banco, tú que eres mi hermano. Tú que tanto esperabas de mí. A ti te otorgo mi mayor secreto, a ti te pido que le digas a Dios que hoy él es mi próxima meta. Que tenga cuidado, se ha vuelto personal. Por los viejos tiempos...
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