Y me fumé el último cigarrillo. Amanecía mientras que terminaba de beberme un chupito de ron del barato. Desayuné un par de tostadas, vi el sol y me puse la cazadora. Hacía ya tanto tiempo... Sin comprender el motivo ni la situación mostré mi vieja sonrisa con más dientes de los que debería tener. El humo negro que me había podrido durante años me obligaba a detenerme a las pocas horas de andar. Cuando llegué a las puertas de la capital con una mochila y una billetera vacía, temía que me perdería otra vez.
Nuevas callejuelas y un sentimiento viejo y querido nacía otra vez de mí. Era emocionante, era perfecto. Mis pupilas dilatadas y mirada inquieta. Busqué y memoricé cada esquina y su farola. Desde hoy iba a volver a ser otro perro, pero esta vez estoy más viejo y como el buen vino, me vuelvo más selecto. Aún hay carteles míos por las paredes. Aún hay viejos rumores de aventuras mías. Me llamaron desde mentiroso y ladrón hasta héroe y villano. No es que considere ser mentiroso una cosa buena, pero refinada es una habilidad digna de emplear.
Busqué mi paquete de tabaco y no recordaba que ya me lo había dejado. Viejos parajes, viejas costumbres. Ni soy amenazante ni salvaje, soy compasivo y piadoso. Las cosas las tomaré con calma y pausadamente. La situación no huele diferente desde la última vez que estuve. Presas y zorros. Las calles huelen a sexo y sangre. Las calles llenas de colillas y basura. Las paredes ennegrecidas por el humo de los coches. Es cierto eso que dicen: "Como en casa, ningún lugar". Como en ningún lugar puede ser otro porque no puede existir un lugar en dos sitios distintos. Pero está es mi casa y no he recibido aún ninguna bienvenida. Deben suponer que sigo muerto. No es que haya muerto antes, es que nunca estuve bastante vivo ni cuerdo. Ahora que soy algo más consciente he pagado un precio por la civilización de mi ser.
Los suburbios ahora me inspiran desconfianza, lo que podría llamar mi patio es hoy un basurero. Esta lleno de escoria y ratas. Recuerdo un tiempo que estas calles eran indomables, orgullosas y fieras. Si salías de aquí, el mundo podría arder en llamas y tu tan si quiera sentir el calor de las brasas. Aquí me han herido y aquí mis heridas han cicatrizado haciendo de mi piel una cota de malla y un mapa. Inquieto y con miedo, no puedo mentir, busco mi antiguo piso.Un edificio tan alto y yo coger el último piso y sin ascensor... Joder.
Al entrar en la residencia vacía, sentí frío y un profundo sentimiento de nostalgia. Limpié la estancia y contemplé mi duro trabajo. Mi escritorio enfrente la ventana con plumas y bolis, además de hojas cuadriculadas y en blanco, una mesita bajita y cuadrada en el centro donde tenía ahora mi vaso de cerveza y un cenicero limpio. Me fui a mi habitación y me sorprendí al ver allí el cuerpo de una mujer desnuda y dormida...