El
muchacho observaba a Shiin, mientras, éste escribía en su diario. La noche
anterior había sido horrible. Aún tenía los moretones del entrenamiento. En
comparación a cuando vivía con la viuda, aquel esfuerzo estaba bien
recompensado con bastante comida y una cama. Aunque ya no tenía que cuidar a
los animales, los echaba de menos. Aquellos animales le trasmitían calma y
calor. Pero no debía recordar.
Llevaban
allí bastante tiempo, pero no recordaba cuantas lunas habían pasado. Pero
estaba seguro que más que todos los dedos se sus manos y de los pies juntos.
Cuando terminaba el entrenamiento bien adentrada la noche, había días que las
pesadillas le acosaban. La mayoría no las recordaba excepto por como empezaban,
la puerta del sótano.
Desde
la noche en la ciudad en la que fue a rescatar a Shiin, no había vuelto a ver a
aquel sacerdote. Aquella noche estaba borrosa, pero había algo que no olvidaría,
había hecho algo maravilloso. Algo que no conocía. Shiin e había prohibido
tocar el librito amarillo y la piedra negra pulida. Echaba de menos su palpito.
Él fue muy tajante.
Por
otro lado, Shiin, estaba centrado tomando notas en su diario. Desde hacía
bastante tiempo que no se enfrentaba a un problema como aquel. Aquello no debía
estar pasando. El chico mostraba una aptitud física respetable, entendía
bastante bien lo que le decía, pero había un problema en él. No había visto
nunca que alguien ajeno que no conociese la existencia de la magia, pudiese
usar un hechizo de aquella magnitud. El muchacho no sabía dónde se encontraba
la prisión, pero le encontró. Pero la magia es caprichosa, puede pasar… Aunque
la gran incógnita, era otra. ¿Por qué no podía hablar? Cada vez que lo forzaba,
sentía como en el alma del muchacho había distorsiones. Algo se había filtrado dentro
del muchacho, algo arcano, demasiado profundo, antiguo.
Miró
a su pupilo en el fondo de la habitación, casi con lástima. No quería recordar.
Pero aquello se debía resolver cuanto antes. Ya había perdido demasiado tiempo.
El chico debía aprender lo más básico aún. Volvió a mirar a sus notas. Alguien
lo suficiente viejo para recordar, pero era demasiado inteligente para dejarse
engañar y no hacer preguntas.
-Griselda…
-pronunció el nombre entre susurros. Aquella noche sería demasiado larga.
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